Paciente de 53 años de edad que reporta dolor crónico lumbar hace más de tres años y los medicamentos analgésicos parecen no tener efectos en la severidad de su dolor. En el último examen realizado se identificó una hernia discal L4 – L5.
Actualmente, la paciente vive con su esposo y sus dos hijos de 11 y 17 años. Reporta tener una buena relación con los tres, aunque hay momentos en que la relación con los hijos se tensiona por temas de desorden en la casa. Trabaja en una empresa como gerente de ventas pero está a la espera de una supervisión para renovar su contrato. Este trabajo le genera un alto nivel de estrés, ya que su ingreso depende de sus propias ventas. Reporta vivir en “función del dolor” y por consiguiente se abstiene de realizar actividades placenteras como lo es el baile.
Su salud mental se ha visto afectada a raíz de las grandes tensiones que maneja, tanto así que cumple todos los criterios del trastorno por ansiedad generalizada. La paciente experimenta ansiedad y preocupación excesiva ante diferentes aspectos de su vida, como por ejemplo en su salud y sus recursos económicos. A pesar de realizar ejercicios para manejar y controlar los estados de preocupación, las emociones de miedo y rabia siguen presentes. Por más de 6 meses, la paciente ha demostrado síntomas de inquietud e impaciencia, no solo en el área laboral sino también en su hogar. Al mismo tiempo, es una persona que se irrita fácilmente con cualquier desajuste que percibe, presenta una tensión muscular persistente, una dificultad para distraer sus pensamientos del dolor y sus horas de sueño han disminuido. Todos estos síntomas de preocupación, ansiedad y dolor físico han exacerbado significativamente su malestar y por lo tanto, su actividad social, laboral y familiar también se ha deteriorado.
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